Consecuencias de la ausencia de contacto físico en la salud emocional.

La falta de abrazos afecta a nuestra salud emocional. La pandemia nos ha obligado a limitar al máximo las muestras de cariño a nuestros familiares y amigos o, al menos a manifestar nuestro afecto en la distancia.

Mantener la distancia interpersonal sigue siendo fundamental para evitar el contagio del coronavirus, pero a medida que pasa el tiempo, esta situación se hace cada vez más complicada. Las muestras físicas de cariño, como los abrazos, no son un capricho, sino una necesidad física y emocional, así lo cofirma Laura Gómez, psicóloga de la Clínica Universitaria de la URJC.

El contacto físico es un vía de expresión de nuestras emociones. Un simple abrazo puede mejorar nuestro estado de ánimo de manera inmediata. Cuando recibimos un abrazo, nuestro cerebro segrega oxitocina y serotonina, por lo que nos provoca placer y rebaja nuestros niveles de estrés.

Además nos aportan seguridad, confianza y nos ayudan a crear vínculos afectivos. A nivel físico, está demostrado que las personas que reciben abrazos de forma habitual tienen menor frecuencia cardiaca y mejores niveles de presión arterial.

La falta de contacto físico puede provocarnos sensación de soledad, abandono, tristeza, ansiedad y estrés. El tacto es el primer sentido que usamos para comunicarnos desde nuestro nacimiento, el más primitivo y elemental. Tras tanto tiempo sin contacto ha surgido un fenómeno llamado «hambre de piel», un término que de forma cientícia se denomina «privación de afecto». Esta privación se asocia con daños psicológicos y físicos.

Esta situación puede desembocar en un empeoramiento de nuestra salud mental que, van a ser más habituales en personas que haya sufrido los problemas de la pandemia de una manera más directa.

Para mejorar nuestra salud mental en esta situación debemos trabajar los pequeños detalles de afecto y mantener el contacto con las personas de nuestro entorno.